Cuentacuento Inventado

La Hija del Campesino

En la Llanura del Guadalquivir, justo en el centro, había una granja. Allí vivía un campesino, Miguel, y su hija, Elizabeth. Ellos, no tenían mucho dinero, pero era suficiente para poder llevar una vida adecuada. Elizabeth, al vivir en un sitio alejado de la ciudad, no podía ir al colegio y no tenía amigos, pero siempre estaba acompañada de su gato, Silvestre. Silvestre era un poco miedica, pero a su dueña no le importaba.


Siempre estaba ayudando a su padre, con los animales de la granja, con el sembrado, regando..... Pero cuando tenía un ratito libre, siempre se iba debajo del mismo árbol, y allí, a la sombra, siempre leía un libro.

Un día, les llegó una carta. Miguel, muy ilusionado la abrió más contento que nunca, llamó a Elizabeth y le dijo:


-¡Hija nos han mandado una carta!

-¿De que se trata papi?

-Es de la abuela y dice que si queremos irnos de vacaciones un tiempo a la ciudad con ella. Ah, y también ha dicho que vendrá recogernos.

-Y, ¿cuándo?

-Pues...... pasado mañana.

-¡Que bien! Voy a ir a la ciudad, y de paso veré a mi abuela que hace tiempo que no la veo.

Elizabeth, muy contenta se dirigió hacia su habitación y ya empezó a meter algunas cosas en su maleta, y no se podía olvidar de la cama de Silvestre...

Esa noche no durmió mucho pensando en el viaje. Al día siguiente, hizo lo mismo de siempre, pero en vez de irse a leer, se fue a hacer sus maletas. Miguel hizo lo mismo.

Ya estamos listos, solo quedaba esperar a que venga el coche-pensaba Elizabeth-.


-Allí está, ya veo el coche¡¡¡ Hola abuelaaaaaa¡¡¡¡¡

-Elizabeth, relajate.

Se subieron al coche y fueron rumbo a la ciudad. Cuando llegaron, Elizabeth, lo primero que hizo fue darse un paseo por los alrededores. Vio un grupo de niñas jugando, pero nos e atrevió a ir a saludar. Cuando volvió a su casa, la abuela había preparado una gran cena.


-Estaba buenísima, muchas gracias-dijeron el padre y la hija la unísono.

Silvestre se había quedado dormido en su cesta, por lo que Elizabeth no quería despertarlo, esa noche iba a dormir con ella. La niña, no pudo pegar ojo. Empezó a darle vueltas a la cabeza y pensó que todo en el campo era más bonito y que todo estaba menos contaminado. En el campo no había esas torres altas que echaban humo, no había coches, no había basura tirada por todos lados, no había tanto ruido.... La verdad era que Elizabeth no se esperaba sí la ciudad.


Un día decidió a ir recogiendo la basura del suelo, pero no era suficiente. Esa era su tarea cada día, y, como a veces no le daba a basto, decidió poner carteles, y crear una campaña contra la contaminación. Los estuvo haciendo en el ordenador de su abuela, nunca había utilizado una máquina así. Los estuvo colocando en farolas, árboles... Se volvió para la casa, con la esperanza de que se apunten muchas personas. Al día siguiente, nadie se había apuntado, y así, todos los días. Hasta que, un día, un niño de la misma edad que Elizabeth, de unos 12 años, se había apuntado. Los dos niños quedaron al lado de la biblioteca. Se saludaron y empezaron a a limpiar. Fue un día duro, pero mereció la pena.


-Muchísimas gracias, Carlos.

-No ha sido nada Elizabeth, mañana volveré.

-Vale. Entonces, hasta mañana.

Al día siguiente, Carlos traía con él, un montón de personas, eso si, todas esas personas eran niños y niñas del colegio. Elizabeth se ilusionó mucho. Todos se pusieron manos a la obra, ese día si que fue eficaz. Así estuvieron la mayoría de los días de vacaciones de verano, aunque algunos días descansaban.

Carlos y Elizabeth se hicieron muy amigos, era el primer amigo que la niña tenía. Elizabeth no quería que llegase el día en que se fueran, pero tendría que llegar. Visitaron juntos muchos sitios, pero el día de la despedida llegó. Elizabeth le dijo a su padre:


-Papá por favor, ¿podemos quedarnos a vivir aquí con la abuela?

-Lo siento pero no hija, a mí también me gustaría quedarme aquí pero...

-Ya lo sé papá, no tienes trabajo, tienes que cuidar de los animales de la granja, pero yo me quiero quedar aquí, tango amigos, podré ir al cole, hasta Silvestre se quiere quedar aquí.

-No he dicho que no Elizabeth, no seas desobediente. Despídete de tu abuela y de tu amiguito.


Elizabeth, muy a su pesar, se despidió tristemente de Carlos y de su abuela.

Cuando llegaron allí, la niña estaba muy triste, se fue para su dormitorio y no salió hasta la hora de la cena. Su padre se sentía mal por lo que le dijo:


-¿Por qué estás así? No es para tanto, pero te prometo que el verano que viene, regresaremos a la ciudad-dijo Miguel-.

-Papá no vas a convencerme, quiero irme a vivir allí.

-Lo entiendo hija pero..

-¡Pero nada! Quiero irme allí, este no es un buen lugar para mí, quiero tener amigas, ir al colegio y quiero ir a la biblioteca para leer libros.


Dicho esto, Elizabeth se dio la vuelta y se fue para su cuarto.

Por la mañana, entró su padre y el dijo:


-Haz las maletas que nos vamos-y salió de la habitación-.


A Elizabeth se le iluminó la cara y gritó con todas sus fuerzas:

-MUCHIIIISIMAS GRACIAS PAPÁ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡


Cuando ya estaban listos y se aseguraron de que no se les olvidara algo en su granja, se dirigieron hacia la ciudad.

Cuando Carlos vio a Elizabeth, se puso muy contento. Otra vez volverían a ser amigos.

Al final, Elizabeth se hizo amiga de muchos niñas y niños, y ya podía ir al colegio.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

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